García, quien en sus tiempos supo ser el domador más afamado del pueblo, pero por culpa de los años y el sobrepeso tuvo que abandonar tan ingrato oficio. Fue encontrado esta mañana muerto a los pies de su cama.
El pueblo se preparo para rendirle homenaje y que mejor manera que con una gran jineteada. Ahicito nomás ya estaban las primeras empanadas repulgadas sobre la mesa de la casa de García.
Un par de tropillas fueron llegando al descampado y los “nuevitos”, como le decía García a los domadores jóvenes, empezaron a calzarse las votas y la boina para empezar el espectáculo. El cual culmino con las exquisitas empanadas preparadas por doña Luisa, la mujer de García.
Ya caída la tarde el pueblo comenzó a preguntarle a Luisa si ya había mandado a cavar la fosa en el cementerio y si necesitaba gente para llevar el cuerpo. Con la usual cara de tristeza que tiene una viuda ella les respondió:
- No gracias ya no va a ser necesario.-
- ¿Pero como, pretende hacerse cargo usted sola de todo el trabajo? – pregunto el pueblo.
- No es necesario.- contesto Luisa y se retiro.
Luego de esa respuesta, la gente supuso que lo que quería era pasar un poco de tiempo a solas con García para despedirse, y por esa razón había contestado de tal manera. Se fueron marchando y no quedo más de esta doma que su recuerdo.
Lo que nadie sabe de esta historia, es que doña Luisa ante la desesperación al recibir visita repentina, que venia a rendirle sus respetos, y solo tener un poco de harina, aprovecho lo que tenía a mano e hizo empanadas.